
PLAZA DE MOROS (VILLATOBAS, TOLEDO) Y LOS RECINTOS AMURALLADOS DE LA IIa EDAD DEL HIERRO EN EL VALLE MEDIO DEL TAJO.DIONISIO URBINA, ÓSCAR GARCÍA VUELTA y CATALINA URQUIJO.
RESUMEN
Las excavaciones realizadas durante los últimos años en el recinto amurallado de Plaza de Moros están aportando interesantes datos sobre los sistemas de poblamiento de la Segunda Edad del Hierro en el Valle Medio del Tajo.Comienzan ahora a ser conocidos aspectos de los hábitats carpetanos del Centro de la Península, así como los sistemas de defensa de sus poblados, su peculiar urbanismo y tecnología.Palabras clave: Edad del Hierro. Recintos amurallados.Carpetanos. Valle Medio del Tajo. Sistemas de poblamiento.
Las excavaciones realizadas durante los últimos años en el recinto amurallado de Plaza de Moros están aportando interesantes datos sobre los sistemas de poblamiento de la Segunda Edad del Hierro en el Valle Medio del Tajo.Comienzan ahora a ser conocidos aspectos de los hábitats carpetanos del Centro de la Península, así como los sistemas de defensa de sus poblados, su peculiar urbanismo y tecnología.Palabras clave: Edad del Hierro. Recintos amurallados.Carpetanos. Valle Medio del Tajo. Sistemas de poblamiento.
PLAZA DE MOROS Y SU CONTEXTO REGIONAL
Las investigaciones arqueológicas en el yacimiento se iniciaron con el descubrimiento del lugar en 1994. Plaza de Moros fue incluido junto a más de una treintena de enclaves en el estudio global sobre el poblamiento de la Segunda Edad del Hierro en la Mesa de Ocaña que iniciamos hace unos años (Urbina 1997, 1998, 2000). La Mesa de Ocaña se encuentra en la parte nororiental de la provincia de Toledo. Ocupa una extensión de 1.500 Km2, en su mayor parte formada por una superficie de páramo que limita al norte con la depresión terciaria de la Fosa del Tajo, y al Sur se separa de las llanuras manchegas por medio de un pequeño riachuelo llamado Arroyo Cedrón. Está documentada históricamente la ocupación de las llanuras de laMesa por un extenso bosque de encinas y quejigos, del que aún quedan grandes manchas en la parte Sur.En los trabajos de prospección en esta región se puso de manifiesto la existencia de una tipología dual de enclaves: unos amurallados (dispuestos sobre muelas o escarpes), y otros en llanura, sin estructuras defensivas apreciables. Sin embargo, la relación cronológica precisa entre ambos tipos no se pudo establecer con precisión sobre la base de un registro formado casi exclusivamente por material de superficie. Esta problemática, vigente desde entonces, aporta un contexto comarcal en el que se inscriben las excavaciones en Plaza de Moros; en aquel momento trabajamos sobre la hipótesis de dos sistemas de poblamiento sucesivos en el tiempo,correspondiendo el momento más temprano a los asentamientos en llanura, de los que contábamos ya con algunas necrópolis excavadas con altas cronologías desde el inicio de la Edad del Hierro. (Almagro 1969;Garcia Carrillo y Encinas 1990;Pereira et al. 2001)
Aunque el panorama arqueológico no ha variado mucho desde entonces, nuevos trabajos de prospección y sobre todo diversas excavaciones, han permitido afianzar la idea de una mayor antigüedad relativa de los asentamientos en llano, así como observar la paulatina emergencia de una realidad más compleja, representada por pequeños asentamientos sin amurallar, asociables tanto a los poblados amurallados como a los del llano.De un lado, las excavaciones de lugares como el Hoyo de la Serna en Villarrubia de Santiago (Toledo), han permito asociar el contexto que definían las necrópolis de alta cronología: Esperillas, Madrigueras, Palomar de Pintado, con hábitats en llanuraPor otro, las investigaciones más recientes, como las realizadas para laelaboración de las Cartas Arqueológicas de los municipios de Villatobas y Santa Cruz de la Zarza (Los informes correspondientes se encuentran en la Consejería de Cultura de la Junta de Castilla-La Mancha), han permitido el descubrimiento de pequeños asentamientos de llanura en las inmediaciones de Plaza de Moros y otros recintos amurallados, comoPeña de la Muela, en Santa Cruz de la Zarza. Concretamentelos asentamientos de La Vega, El Gredero y Arroyo del Taray, se sitúan apenas a un par de kms. de Plaza de Moros, mientras que Las Castellanas y Cerro Moro, lo hacen a 1 y 2 kms. de Peñade la Muela.Parece, por tanto, que no es posible asignar una transición lineal desde los núcleos en llanura, no fortificados, a los sistemas amurallados, existiendo probablemente tentativas más tempranas de estos últimos, cuya mayor antigüedad no podemos precisar, por el momento, en el espacio. A este respecto, los indicios con los que contamos parecen indicar que se produce una ocupación progresiva y selectiva en determinados valles. Así en el término de Villatobas, el poblamiento de la Edad del Hierro se desarrolla desde la cabecera del Arroyo del Valle, en donde se sitúa el yacimiento en llanura de Villatobas y la necrópolis del Cerro Colorado. Posteriormente surgen pequeños asentamientos en llano aguas abajo del arroyo: La Vega y Barranco del Taray. Finalmente aparece Plaza de Moros. En el término de Santa Cruz de la Zarza, unos kms. más al Norte, ya en la Fosa del Tajo, el doblamiento se concentra de nuevo en la cabecera de un arroyo con el yacimiento de llanura de Fuente de la Calzada . Posteriormente aparecen pequeños hábitats, también en llano y, probablemente,relacionados o dependientes de este primero, como son Los Villarejos o Cerro Moro, aguas abajo. Finalmente aparece el recinto amurallado de la Peña de la Muela (Urbina 2000:72), aún más abajo en el cauce del mismo arroyo.Al cabo, los asentamientos encastillados se convierten en el tipo de hábitat característico. No conocemos la evolución que desde entonces corrieron los yacimientos en llano, del mismo modo que tampoco podemos precisar con certeza el momento en el que los recintos amurallados pueden considerarse predominantes. A modo de hipótesis, y por analogía con lo que parece ocurrir en otras zonas de la Península (Ruiz y Molinos 1993), situamos eseperíodo hacia mediados del siglo IV a.n.e. (Urbina 2000).El yacimiento de Plaza de Moros forma parte pues de un sistema de poblamiento perfectamente articulado y homogéneo, del que es un elemento estándar. Constituye el último eslabón de una sucesión de yacimientos sobre los escarpes de la margen derecha del arroyo Cedrón y sus afluentes, ya que más al Este y al Sur, el relieve plano de la región de La Mancha Alta no permite la existencia de este tipo de recintos, de clara topografía defensiva.En la Mesa de Ocaña se han detectado dos grupos de yacimientos amurallados claramente diferenciados.En primer lugar, los emplazados en la Fosa del Tajo, cuyas superficies oscilan entre 3,5 y 7 Has. En segundo lugar, los del Valle del Cedrón (entre los que se encuentra Plaza de Moros) con extensiones más homogéneas, entre las 0,9 y 1,4 Has. (Urbina 2000: cap. 3).
LOS SISTEMAS DEFENSIVOS EN PLAZA DE MOROS
Por su morfología topográfica y su emplazamiento, puede considerarse un ejemplo típico de poblado de la Plena Edad del Hierro (Moret 1996; Sierra 2002) muy difundido por toda la geografía Peninsular. Se asienta en un espolón asomado a la confluencia del cauce de dos arroyos, sobre los que se eleva mediante taludes de fuerte pendiente. En el istmo que da acceso al recinto, se construyeron dos fosos y una barrera o muralla, formada por dos torreones semicirculares, un modelo igualmente repetido en otros yacimientos, tanto de la comarca,como de amplias zonas de la Península. Plaza de Moros es el yacimiento de la comarca en el que el relieve se adapta mejor a las necesidades defensivas. Esto se traduce, en el paisaje, en la existencia de una península con un istmo de apenas 30 m. de ancho, que cierra completamente el acceso al recinto, de 1 Ha. de extensión. Las paredes del cerro donde se ubica tienen un desnivel de 30 m. sobre el cauce de los arroyos, y sus pendientes llegan a alcanzar los 35º.El perímetro de la península de Plaza de Moros se encontraba defendido por una pared de 1,2 m. de ancho, de la que sólo se conservan las hiladas inferiores de piedra, con bloques de gran tamaño en su base (Aunque no se ha localizado la entrada al recinto, pensamos que debió disponerse a buen seguro detrás de uno de los recodos que dibujan los lienzos de muralla lateral al unirse a los torreones, en el punto desde el que ya no sea visible desde el istmo). Los esfuerzos defensivos en el emplazamiento se centraron en el istmo, con la erección de los torreones. Su técnica constructiva, a base de dos paredes (exterior e interior) de mampostería de piedras locales (calizas y areniscas) unidas en seco, con un espacio interior de hasta 5,5 m. de ancho, relleno con materiales de todo tipo (Urbina e.p.), tiene múltiples paralelos en toda la geografía peninsular.Al pie de los torreones se dispone un primer foso, donde se ha practicado un sondeo. Su forma es trapezoidal, con mayor pendiente al pie la muralla que en su cara exterior. Tiene una profundidad máxima de 4 m. y una anchura en superficie de 7,2 m., medidas a las que hay que añadir un talud de 50º de pendiente y 1,2 m. de longitud desde la base de los torreones al comienzo del foso, de modo que la parte más alta de la barrera principal (a la que se lesupone una altura de al menos 5 m.) se encontraba a 8 m. de altura desde el borde exterior del foso. Un segundo foso se practicó a 32 m. del primero, aprovechando para ello el desnivel del terreno, de más de 2 m. en esa zona, en el punto en el que el istmo es más estrecho (De este modo un supuesto atacante se encontraría una zanja de casi 10 m., de ancho cuya superficie de la cara interior se elevaba al menos 2 mts., sobre sus pies, impidiéndole ver con claridad el sistema defensivo al que se enfrentaba). En el espacio entre ambos fosos, se han detectado también trazas de algúntipo de parapeto o pequeño foso. No existe un estudio sistemático sobre los foso de los poblados de la Edad del Hierro (González y Peña 1991; Gusi et al. 1991) aunque ya es común encontrar amplias reseñas en las publicaciones más modernas. La cronología para estos sistemas adelantados de defensa está más en función de las concepciones de cada autor que de un estudio de su evolución tipológica. Así, algunos autores defienden que los sistemas de barrera y doble foso son elementos importados de Grecia (Gracia Alonso 2000) y su cronología nunca es anterior al siglo III a.C. (Díes y Gimeno 1995), con un pleno desarrollo durante los siglos II y I a.C. Esta postura se contradice implícitamente con la asignación de una cronología tan antigua como el Hierro I para variosenclaves del valle Bajo del Ebro, de claras raíces autóctonas (Moret 1996: 125ss.). En yacimientos de otras regiones, se ha constatado la existencia de dobles fosos, atribuibles a los s. V-IV a.C., como por ejemplo en Turó de Montgròs, Osona, Barcelona (Molist y Rovira 1993).Sin negar las funciones tácticas de los fosos, no hay que olvidar tampoco el gran servicio que alahorro de esfuerzo suponen a la hora de la construcción de las murallas, para las que son una excelente cantera (Moret 1996; Urbina 2000), extremo constatado a través de los análisis de rocas en yacimientos como el de Barchín del Hoyo, Cuenca (Sierra 2002), entre otros.
URBANISMO

CERAMICA



METALES



CONCLUSIONES
Aunque descrita sucintamente, la cultura material de Plaza de Moros es claramente propia de un horizonte encuadrable cronológicamente entre la mitad del siglo IV y el s.III a.C. Si pudiéramoshacerla extensible al resto de yacimientos amurallados de la misma tipología de la Mesa de Ocaña, significaría que las propuestas realizadas anteriormente (Urbina 2000) son en esencia correctas. La evolución del poblamiento de la II Edad del Hierro en el Valle Medio del Tajo se iniciaría con los asentamientos en llano, a donde llegan las primeras cerámicas a torno y que también son el exponente de los primeros poblados plenamente sedentarios en la zona. Se trata de asentamientos como los correspondientes a las necrópolis de Las Esperillas, en Santa Cruz de la Zarza, (García Carrillo y Encinas 1987), o la recién excavada necrópolis del Cerro Colorado, en Villatobas, en la Mesa de Ocaña, así como de otras más alejadas, como las primeras fases de Palomar de Pintado en Villafranca de los Caballeros (Pereira et al. 2001) y Las Madrigueras,en Carrascosa del Campo, Cuenca (Almagro 1969), o poblados como Hoyo de la Serna en Villarrubia de Santiago, o el yacimiento A de Arroyo Culebro, en Leganés, Madrid (Penedo 2001). Estas cerámicas a torno expresarían la plasmación de los influjos mediterráneos, llegados desde Levante y Andalucía, que incidirían drásticamente en la economía indígena, ampliando su base de producción e introduciendo probablemente nuevos cultivos y técnicas, que ampliarán en general la capacidad de generación y transformación de productos de estas sociedades (Fernández Nieto 1999). Posteriormente, y de forma paulatina, se van ocupando las márgenes de los respectivos valles, creando nuevos asentamientos más reducidos, aún sin preocupaciones defensivas. Estos pequeños poblados, de marcado carácter agrícola, se documentan por ejemplo en emplazamientos como los de El Gredero, Arroyo del Taray o La Vega, en torno al arroyo cuya cabecera domina al poblado de Villatobas, o Las Castellanas y Cerro Moro, en tornoal arroyo cuya cabecera ocupa Fuente de la Calzada, otro yacimiento en llanura en Santa Cruz de la Zarza (Urbina 2000: 74), y serían a su vez la expresión del incremento general de la producción o de los aprovechamientos del medio. El siguiente paso en la evolución del doblamiento está reflejado en la emergencia de los recintos amurallados. Éstos, si bien suponen un cambio drástico respecto a lo anterior (llegando probablemente muchos de ellos a sustituir a los primitivos núcleos centrales) son, en un principio, un reflejo de la evolución de los poblados del llano, aunque en una nueva dirección.Los datos del urbanismo de Plaza de Moros analizados anteriormente, apuntan en la línea interpretativa que uno de nosotros indicó hace años (Urbina 2000:230ss), en el sentido de que estos recintos amurallados se proyectarían desde los núcleos de la llanura, en principio como estructuras de almacenaje y de disuasión en donde guardar los excedentes: cereales, ganado, y ubicar las pequeñas industrias de transformación cada vez más complejas y abundantes.El recinto amurallado sería así concebido como un espacio artesal-industrial y/o de refugio, que deriva, quizá al tiempo que se generaliza el modelo, en un espacio habitado, en un poblado propiamente dicho. Esta transformación es gradual y no muy larga en el tiempo, a juzgar por la secuencia estratigráfica de Plaza de Moros (13). Este tipo de yacimientos parecen ser exclusivos un poco más tarde, cuando desde finales del siglo III tengamos noticias escritas con la llegada de púnicos y romanos a la zona. Entonces las fuentes reflejan un clima de inseguridad endémica o al menos cíclica, en la que los recintos fortificados están plenamente justificados.
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Un consejo: decir de una pieza arqueológica "en paradero desconocido" y describirla a la vez con todo lujo de detalles, resulta de lo más sospechoso.
ResponderEliminarEs muy común, casi deporte nacional, que muchas piezas desaparezcan una vez han sido descritas y fotografiadas. Con los miliarios y demás epígrafes suelen ocurrir muy a menudo.
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