La maldad gratuita

Larga era la fila de gitanos y tratantes en la manga, antes del corralito del matadero, en la fila esperaban a que llegasen las bestias a ser sacrificadas, !cuantas bestias más había en la fila esperando que los propios animales!, los animales permanecían quietos, ajenos a aquello que se les venía encima, aspirando el olor de la sangre caliente que desprendía ese sitio nauseabundo y escuchando los alaridos de alguna bestia a medio morir pidiendo una puntilla certera que aliviase lo que se le precipitaba, aquello que para ellos era algo desconocido, absurdo e incomprensible, la muerte.

Avelino estaba en la fila con una yegua ciega, y su mujer le acompañaba esta vez en ese trance al que el estaba más acostumbrado que ella:

-Vendo,vendo,vendo,vendo... bajaba por la manga diciendo en voz baja Avelino, una y otra vez subía y bajaba para que le escucharan los de la fila, debía venderla antes de llegar su turno, eran cuatro duros los que ganaba así, limpios, pero si él la sacrificaba la cosa cambiaba, intentar vender antes de la entrada era arriesgado pero no era la primera vez que lo hacía, subía y bajaba la fila con el mismo soniquete mientras su mujer, una gitana por los cuatro costados le observaba y sujetaba a la yegua, aquella vieja yegua que además (maldita sea su suerte) estaba en celo, justo en ese momento en el que su vida daba los últimos coletazos, estaba en celo estando en la misma fila que la llevaría a una muerte segura, cuanta contradicción en ese instante y que de oportuno tuvo aquello para lo que se derivó de aquella situación.

-!Echala al caballo! le decía el gitano que aguardaba turno detrás de ella, el gitano llevaba un caballo viejo y herniado para el sacrificio, la voz metálica del gitano parecía sacada de una chatarrería, esa voz le daba miedo incluso a ella, pero los personajes que por allí andaban no respetaban el miedo.

-!Echala al caballo, mujer!, insistía una y otra vez mientras el caballo se ponía más y más nervioso oliendo el celo de la yegua que tenía cerca, tras una fuerte risotada decía !Dale el último caprichito a la yegua, mujer!

Ella callaba y apenas volvía la cabeza, pues su educación gitana no le permitía tratar con un hombre sin estar presente su marido.Al poco llegó Avelino con su garrota nueva, pues cada poco tiempo la destrozaba comprobando su dureza en alguna cabeza o en las costillas de aquel que intentase engañarle en el trato.

-¿Que le pasa a la jodía yegua esta? , preguntó a su mujer, ¿no sabe lo que se le viene encima?.

-"", que ha "entrao" en celo el animal, y el de los Torosios está diciendo que si le echa al macho antes de que entren al matadero.

La voz metálica volvió a resonar...

-!Echala al caballo, Avelino, que tu señora no me hace caso!.

Avelino le saludó sin mucho afán y sonrió más por complacerle que porque le hiciera gracia la situación, el caballo se ponía más nervioso y la yegua también, no paraban de moverse en la fila, y con lo aparatosos que eran suponían un incordio para los que allí esperaban y se desesperaban.
Tras un rato de estar en la fila en esa situación y de hacerse casi insoportable la espera y los movimientos nerviosos de las bestias en la fila Avelino dió su consentimiento:

-!Venga, adelante, echale al caballo!, pensando que no pasaba nada por darle el último capricho al animal, !venga, que solo la quedan tres para entrar en el matadero!

El olor a caballería y a sangre se mezclaba en el aire, los cascos resonaban en el suelo descompasados y las babas de las bestias entrando en faena humedecían el ambiente, poco tardó el viejo caballo en encaramarse encima de la yegua, soltando un fuerte alarido que rompía el jaleo que se montó en poco espacio de tiempo, las cuadrillas de gitanos y tratantes formaban corro jaleando a los animales mientras los dos grandes cuerpos de las bestias daban de sí todo lo que podían, como si presintieran algo en el ambiente que les metiese prisa.

La mujer de Avelino miraba sonriendo ligeramente, como si algo bello naciera de ese hostil lugar, recordaba a su marido de recién casado, los recuerdos la llevaban en alas a su infancia y las embestidas le recordaban la vigorosidad de años atrás, demasiado lejos quedaba todo aquello en su memoria. También recordaba las penurias y la necesidad que la había acompañado durante toda su vida, pero en ese momento se olvidaba de todo y se veía reflejada en ese animal, aún con algunos momentos en los que disfrutar, con algo todavía por vivir.

Pero la situación duró poco, en un momento y sin darse cuenta nadie de lo que tramaba, el gitano dueño del caballo salió del círculo de gente y se acercó a los animales con una puntilla en la mano, y sujetando de las crines al caballo le apuntilló allí mismo mientras estaba montando a la yegua con una macabra precisión y sin que nadie pudiese evitarlo, el animal se desplomó muerto sobre la hembra en pleno apareamiento, dejó de resollar y quedó abatido sobre la yegua para caer lenta y estrepitosamente al suelo con los ojos en blanco y la lengua atravesada, dejando a la yegua ciega moviendo bruscamente la cabeza a uno y otro lado sin saber que era lo que estaba pasando, pataleando y haciendo resonar los cascos sobre el suelo, ignorando el porqué del final de ese esperado momento, conteniendo su celo, quedando sola y con las ganas en las puertas de su muerte.

Fue solo cuestión de segundos cuando la mujer de Avelino reaccionó, salió del grupo de gitanos y tratantes en el que se encontraba y se precipitó sobre aquel gitano que había apuntillado al animal intentándole clavar sus uñas en lo más hondo de sus ojos, con una fuerza tal que varios de los allí presentes tuvieron que sujetarla, ya que la fuerza casi sobrehumana que tenía aquella mujer en ese momento era incomprensible, movía las manos y los brazos con furia mientras varios hombres la sujetaban, ella gritaba !eso no se hace! !malaje! !sinvergüenza!, Avelino también reaccionó en el mismo momento e intento subir su garrota, sin mucho acierto intentó romperla en la cabeza de aquel gitano que gratuitamente había matado al pobre animal cuando estaba disfrutando junto con la yegua de ese último momento.

El gitano permanecía en el suelo ahora rodeado de sus amigos tratantes, los cuales sujetaban a Avelino y a su mujer impidiéndoles una segura venganza.En unos instantes y tras un gran desorden paró el caos, !que alguien llame a los mozos para que se lleven a este animal! decía un tratante, el grupo de amigos del gitano se le llevaron hacia una pared y Avelino y su señora quedaron recostados en la pared de enfrente, Avelino quedó respirando fuertemente, con la camisa desabrochada y la mano en la garrota, y su mujer quedó sentada en el suelo algo más calmada, pero con una profunda lástima hacia la vida, observando al caballo que yacía tumbado y a la yegua con el celo contenido que no paraba de mover la cabeza de un lado para otro.

Dos fuertes mozos con el mandil teñido de rojo pidieron ayuda para entrar al matadero a aquel animal que ya no necesitaba de sus servicios, entre unos cuantos allí presentes ayudaron a los mozos a entrar al caballo dentro de las instalaciones para su descuartizamiento, al rato salió un mozo del matadero y asomó la cabeza por la puerta diciendo:!Vamos! !el siguiente!.

Allá va la yegua entrando en aquel lugar, y allí se queda Avelino y su mujer, respirando fuertemente por la impresión del momento, resignados y cansados se acercan a la yegua y la dan una palmada en el lomo...!Te toca, amiga mía...te toca!

5 comentarios:

  1. Que duro guijarrito. Hiere mi sensibilidad. Sobre todo porque, me hace pensar que a lo mejor la realidad supera la ficción . Inquietante....

    Un abrazo
    Enunlugar

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  2. La lástima es que Avelino no atinara con un buen estacazo, una triste pena...¡Si, señor!...una pena.

    Que tengáis un buen día.

    Perolo, (Como el que pones en las estrebedes que es como dicen en mi pueblo....)

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  3. Rafael García García19 de marzo de 2010, 11:27

    La maldad sólo hace gozar al malvado. Esta historia refleja toda la sinrazón de quien se cree poseerla totalmente. Mucha sensibilidad rota por un puntillazo de ignorancia sin sentido, de gracia desgraciada y de racionalidad involutiva e inconsciente. Sólo el asesino gracioso rie de sus "gracias", porque tiene su calavera teñida de la sangre que necesita derramar, aunque sea gratuitamente.

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  4. Enunlugar, lo peor de todo es que la historia está basada en un hecho real, la historia se sitúa en el Matadero de Madrid en los años 60.
    Perolo, sí que es una lástima que no atinara Avelino con la garrota, pero a ese tipo de personas no les enseña tampoco la garrota, solo el desprecio de la gente de su entorno les puede hacer cambiar de actitud, pues como nos dice Rafael en su precioso comentario "la maldad solo hace gozar al malvado", gracias por vuestros comentarios.

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  5. Un buen relato guijarrito un poco duro pero creo que expone la vida misma.
    Los placeres son efimeros en los que sin haber disfrutado la vida esperan impacientes la muerte
    Un saludo

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